Dos ventanas

Dos ventanas, la de Vera y la mía. Entre una y otra, un espacio insalvable. La miro a través del cristal. No la entiendo. Ella parece que tampoco comprende qué ocurre. O tal vez imagino que ella sufre el mismo estupor. Esto no es bueno. Compro un gancho, una pértiga, un manual para aprender a mantener el equilibrio y un hilo de funambulista. No sé para qué, si padezco de vértigo. Tal vez para que la distancia parezca más fácil de sortear.