Hubo un despertar

Hubo un despertar que fue distinto. De mi conquista de la noche anterior no quedaban restos, eso estaba bien. ¿Qué pasaba entonces? Era la luz. Rojiza. Comprendí que me había quedado dormido sin antes limpiar la ventana.

Novela de gente guapa

Novela de gente guapa: en mi adolescencia zombi yo era guapísimo, por supuesto. A las chicas nuevas y guapas les recomendaban que no perdieran el tiempo conmigo. No salía con nadie. Porque ninguna de las chicas del instituto me parecía lo bastante guapetona, decían. La verdad es que salí con algunas. Eran citas secretas. Aún siguen desaparecidas.

Invitas a una chica

Invitas a una chica a salir. Acepta. Vas a recogerla en un coche viejo, sin cierre centralizado. Abres su puerta con la llave y ella entra en el coche. Das la vuelta por detrás y te fijas en lo que hace. Si espera sin moverse a que seas tú el que abra la puerta del conductor, no la invites nunca más, no te conviene. Si alarga la mano y levanta el cierre, puede ser la mujer de tu vida. Lo vi en una peli. No, no era de zombis. Vera es de las que esperaría sin moverse, no alargaría la mano hasta el cierre de la puerta. Pasar página es más sencillo de lo que parece: sólo hay que proponérselo.

Foster Wallace se suicidió

Foster Wallace se suicidió y yo no acababa de entenderlo. Un humor constante, fino y corrosivo, recorre sus libros de una punta a otra. Escribir para evitar volverse loco. Eso es algo que ya sabía. Pero ahora entiendo otra cosa. Escribir con humor es como nadar en el Atlántico, en mitad de una tormenta. Lo haces para evitar ahogarte.
Después de decir eso, Sebastián me pregunta: ¿te has comido últimamente a algún yonqui? Deberías pasar de ellos. La morfina que corre por sus venas te vuelve apático y tristón.

Instrucciones para conservar la cordura.

Instrucciones para conservar la cordura: escuchar La Consagración de la Primavera después de desayunar. Luego decir cosas estúpidas en una reunión de humanos, sin parar. También puedo callarme, que viene a ser lo mismo. Volver a escuchar La Consagración de la Primavera. Por la tarde, entrar en un centro comercial, comprar de todo y luego montarla a lo grande. Antes de ducharme e irme a la cama, otra vez, La Consagración de la Primavera.

Tres días son demasiados

Tres días son demasiados. Obligaciones, horarios, desencuentros. No podía soportarlo. Al final del tercer día, conseguí hablar unos minutos con Vera. Así tuve algo de paz. Eso me dio fuerzas para salir a la calle y arrancarles los intestinos a quienes no me importaban.

Moscas y elefantes

Moscas y elefantes. No van de la mano, no salen de noche, no se acuestan juntos. Nada hay que puedan decirse. No encuentro el modo de comprendernos, de tener intimidad. No hay nada.
La puta a la que explico esto en un callejón me dice que todos decimos lo mismo. ¿Todos los zombis decimos lo mismo?, pregunto con ironía. Hombres, zombis, todos sois iguales, responde. Pega la espalda a un muro y, de pie, abre las piernas. Treinta euros, nada de morder y no pretendas que finja, añade.

Justo antes de morir

Justo antes de morir, el poeta al que arrastré, seccioné las cuatro extremidades y escondí en una de las habitaciones, me preguntó por qué le había hecho eso. Se lo expliqué. Se entendía muy bien con Vera. Era delicado y atento. Fraternal, añadí con sorna. Pero no hice todo aquello por celos. Él tenía que aprender lo más importante. Desconocía lo que era la pasión.
A mi modo, tengo que enseñártelo, dije mientras le abría el vientre clavando y separando los dedos.

Pasión

Pasión. Ah, morderle las entrañas, las uñas, el pelo. Todo en la boca, en los dientes. Los gritos de ambos. Vera y yo. El calor. El chocar de nuestros cuerpos, y a cada golpe, un rugido.
Me despierto, lleno de rabia. Estoy solo. En mis sábanas sólo encuentro restos de mi sudor. Tengo que salir. Hacer algo para calmarme. Entro en un dormitorio. Una pareja hace el amor. Devoro a ambos.