Palabras

Palabras. Lamenté su ausencia. Creí que a través de las palabras la humana y yo, zombi más que hambriento, nos acercaríamos. No fue así. Hablaron nuestras anatomías. Y a mí, persistente redactor de palabras que adoptan la forma de un diario, no me ha quedado otro remedio que aceptar lo que tantos han dicho: según para qué, las palabras, más que superfluas, son inútiles.

Vestía como un hidalgo

Vestía como un hidalgo de nuestro tiempo. Traje oscuro y corbata elegante. Reloj de marca. Cartera forrada en piel, la de algún humano que tal vez se la dejó arrancar. Esta historia va de luchas internas: el zombi elegante señaló la pared en la que otro zombi, uno macarra, había escrito ZOMBI POWER ZOMBI FREE, y dijo: Basura. Después de soltar esa palabra, se marchó por donde había venido. No se dio la vuelta. Ni siquiera para comprobar si los que trabajaban para él borraban el grafiti. Tampoco para cerciorarse de que, como había ordenado, para limpiar empleaban la sangre del zombi que había escrito aquello.

Tendones

Tendones zombis. Gracias a ellos somos elásticos, muy elásticos, bastante más de lo que los humanos suponen. Flexiono las rodillas y me arrojo al mar, impulsado con fuerza por mis tendones. No necesito coger aire. Tampoco luz. Enseguida llego al fondo. Aquí, en el abismo, donde estoy ahora, unos peces deformes acostumbrados al frío, a la presión y a la oscuridad me acarician dulcemente, como si yo fuera uno de los suyos.

Terminaron también

Terminaron también las lecciones de anatomía. No es necesario que Vera permanezca escondida en mi casa. Quién sabe. Puede que a partir de ahora sea yo quien deba esconderse. Al menos durante un tiempo. Las noches aún pertenecen a las farolas amarillas y a los silencios, pero quien ahora rasga la mortecina luz son los zombis, con sus gemidos. Nuestros cráneos se desmenuzan al son que marcan los bates de béisbol que empuñan los humanos, reunidos en bandas.

Se acabó el recreo

Se acabó el recreo. Los zombis que caminaban como muertos vivientes por las calles, los de las pelis, han sido despiezados. Como puzzles en la sala de juegos de un jardín de infancia. Llamaban mucho la atención. He visto miembros de bandas zetas que parecían alacranes cubiertos de hormigas. Cumplían el refrán que asegura que quien a hierro mata, a hierro muere. Y hay una tercera persecución. Como Capuletos y Montescos. El régimen en ciernes quiere que nos dejemos de mestizajes. Los humanos, en el plato, no en el dormitorio de un zombi.

Venas

Venas zombis. Escuetas, clarificadoras, responsables, vacías. Todo al mismo tiempo. Se soliviantan contra mí. Me exigen que luche, pero yo soy incapaz. Las venas zombis y los pensamientos zombis son opuestos, se rechazan como peregrinos de diferentes religiones. Sospecho que las venas zombis se confiesan ante mí para que ensamble las piezas que mi comprensión, desgarrada, confunde dentro de mi cerebro. Las venas agitan los brazos en señal de socorro: algo se hunde, algo no va bien. Son tan exageradas. Y tienen tantos principios. Quieren cumplir todo el tiempo. Les puede el superyó zombi. Las venas quieren estudiar oposiciones a lo que sea (shhhhh, y prepararlas en secreto) y aprender idiomas, pero a mi irresponsable cerebro zombi solo le interesan dos cosas: sexo con humanas y comer humanos, esto último sin distinciones de género.

Voy a disfrutar

Voy a disfrutar viendo cómo muere, señor Anderson, dijo el zombi. Luego se abalanzó sobre el humano que se creía el salvador de la humanidad. Se mordieron el uno al otro, repetidamente, hasta que en el suelo de la estación de metro solo quedó carne troceada de ambos. A nuestro líder y maestro le hizo tanta gracia esa escena que ordenó filmar dos secuelas más de aquella película.

Dirigentes

Dirigentes. Un zombi egocéntrico y maníaco se mete en el negocio de la música y alcanza el éxito con canciones de letras provocativas. Luego es elegido presidente y monta la de Dios. Tiene la facultad de sostener opiniones contradictorias simultáneamente y nadie parece darse cuenta. Es lo que se llama doblepensar. Hay más y peores cosas: guerra de la información, manipulación, propaganda, terrorismo de estado, genocidio. Pero la imagen que la mayoría conserva de él es la de un cantante pop algo gamberro. En fin, no es la primera vez que sucede. Jefes de estado zombis que antes fueron actores de segunda en pelis de vaqueros. Gobernadores zombis que antes de ratificar sentencias de muerte, en las pantallas de cine se metieron en la piel de algún cyborg asesino de hombres. Por poner dos ejemplos.

Teléfonos

Teléfonos. También forman parte de la anatomía de un zombi. Adheridos a las manos por una fina película viscosa, o pegados a las caderas a través de la tela de los pantalones, o sujetos a los pabellones auriculares como si fueran pinzas. Hay zombis que viven en el mismo mundo de Oz de los humanos. Teléfonos como localizadores personales. Fijan permanentemente la posición de cualquier zombi en cualquier parte del globo. Si les obligaran a llevarlos, protestarían. Si se los cosieran por dentro, chillarían. Pero si pagan por ellos, eligiendo antes el modelo, son felices.

Abróchate el cinturón

Abróchate el cinturón, Dorothy, porque vamos hacia el mundo de Oz. Humanos que no quieren creer en zombis a pesar de lo que han visto. Son los que aún afirman que el alunizaje de Armstrong fue un montaje. Hoy aseguran que el matadero de humanos es una fantasía. Que la masacre del instituto fue obra de unos terroristas. Que las bandas de zetas están formadas por ultras del fútbol. Revisionismo zombi, negacionismo zombi: dícese de los humanos que opinan como zombis acerca de los zombis.