Él sació su hambre

Él sació su hambre. Pareció un acto generoso, un sacrificio, pero fue otra cosa. La mujer abrió la boca todo lo que pudo y lo engullió sin lastimarlo. Ahora, cuando está sola, se vuelve hacia el otro lado, como un guante, y se acarician desde dentro.

La luna roja

La luna roja alumbraba la superficie. La mujer zombi se sumergió en el mar y nadó hacia el fondo. Tocó la arena. Se metió un puñado en la boca. Luego se giró y le dijo a la luna que no masticaría su carne. Él era pescador. Aguardaba en el bote. La luna no concedía deseos, y cuando ella lo comprendió, decidió quedarse donde estaba, en el fondo del mar, y seguir masticando arena.

Supongo que son más inteligentes

Supongo que son más inteligentes. Ante el mismo dilema, ella, un no vivo, compró un establo que llenó de animales grandes. Antes de verlo a él, un hombre corriente, entraba en el establo y comía hasta que sentía náuseas.

Ella hizo algo diferente

Ella hizo algo diferente. Ella era un no vivo y él, humano. Una noche quedaron en una playa. Se abrazaron y se tumbaron y se dijeron cosas y gimieron en la arena, aún caliente. No lo devoró porque se había cosido los labios.