Un caso particular

Un caso particular. Lo denunció varias veces. Una, por morderle el antebrazo. Otra, al perder el cuarto dedo de la mano derecha. Otra, por arrancarle parcialmente un pecho. Desgarros en muslos, abdomen, pantorrillas y en un hombro. Ahora, a los dos años y medio, le han soltado del psiquiátrico. Han ingresado en su lugar a la mujer. No estaba enfermo. No se creía un zombi. Al parecer, era ella la que se provocaba las lesiones.

Volaron piedras

Volaron piedras. Se rompieron los cristales de muchos comercios. Los antidisturbios tuvieron que disparar cientos de pelotas de goma. Los futbolistas corrieron como locos y lograron escapar del campo, donde los habían encerrado con una jauría de zombis. No hubo sangre. Y cien mil espectadores decepcionados son muchos.

A tiros

A tiros. Asi lo mataron. Iba a entrar en la clínica obstétrica cuando dos desconocidos le dispararon. Antes de huir, los asesinos dejaron unas octavillas en el suelo: Muerte a los abortistas que trabajan con los dientes.

Murió un concursante

Murió un concursante. Todos lo hemos visto por televisión. ViveZ. Una isla. Tres refugios. Veintidós zombis. Diez participantes. Ahora, uno menos. Quedan seis.

Vivía con dieciocho gatos

Vivía con dieciocho gatos. No era nadie, pero estaba bien. Un día, saltó a la fama. La aplaudieron mucho durante mucho tiempo. Pero perdió la final de un concurso millonario. Le explicaron que el segundo es el primero de los perdedores. Poco después, la policía recibió una llamada anónima. La cantante aficionada ya no estaba bien. Vivía sin gatos. Y había decorado el salón de su casa con metros y metros de guirnaldas rojas.