DZ 14

Transición zombi.

Transición zombi. Dícese del estado confuso en el que se encuentra un zombi que es y no quisiera ser, que desea ser otro y también teme convertirse en algo diferente. De quien está cansado de desempeñar un papel, el de zombi pulcro, idealista y con principios. En esta etapa de la vida, el zombi se da cuenta de que es tan vulgar, caprichoso, indeciso y torpe como cualquier humano.

Resumiré lo que te ocurre

Resumiré lo que te ocurre en una sinopsis de cincuenta y cinco palabras, como las que aparecen en las contracubiertas de los libros y pretenden convencerte de que compres, dice Sebastián. Luego suelta las cincuenta y cinco palabritas: Reconozco que siempre he tenido cierta antipatía por las frases lapidarias, por sentencias que se arrogan las maneras de un principio válido para cualquier zombi y circunstancia. Pero debo admitir que la expresión Conócete A Ti Mismo es una orden que una parte de ti debe estar gritando desde algún rincón escondido de tu cerebro.

Lo apagado del tiempo

Lo apagado del tiempo, el lento pasar de unas horas vacías, rivaliza con la grisura que observa a través de la ventana de su habitación, con la que se mantiene en contacto con lo visible: un cielo permanentemente mustio, los hilos de tendido eléctrico en los que por la tarde se aprietan los estorninos, la azotea de un bloque de pisos de ladrillo visto, sombreada por el humo de los coches que hasta hace poco atravesaban las calles. El tiempo zombi se ha coagulado. Y sus piernas también.

Todo me parece ahora distinto

Todo me parece ahora distinto. Ahora todo forma parte de una ensoñación. Todo con lo que me reencuentro ha cambiado, como si todo lo viera a través de un cristal con extrañas propiedades, un vidrio que deforma cada una de las imágenes y cambia, en consecuencia, lo que puedes llegar a sentir.
Después de esa confesión, la mujer zombi miró al hombre al que acababa de morder de otro modo.

Lebamis

Lebamis. Peces zombis. Son pequeños. Su cuerpo es blando. Sus bocas, grandes. Se alimentan de los desechos que flotan en la superficie del mar, como si los cadáveres en descomposición fueran el manjar más exquisito y fácil de digerir para sus estómagos. Una vez que han comido, se sumergen en las profundidades y no vuelven a emerger hasta que vuelven a sentir hambre. Hay quienes opinan que los lebamis, al igual que los delfines, sienten curiosidad por los barcos y por los que navegan en ellos, y que por eso a veces salen a la superficie. El hombre se preguntó si los lebamis que saltaban alrededor del barco le veían. Y qué es exactamente lo que esperaban. Temió que supieran mejor que él lo que iba a sucederle a la embarcación.

Jugando al ratón y al gato

Jugando al ratón y al gato. Un gato se come a un ratón, y un ratón zombi destroza al gato antes de devorarlo, y luego es un gato zombi el que engulle al ratón zombi, y más tarde un ratón zombi gigante el que da buena cuenta del gato zombi, y así sigue el cuento, que nunca se acaba.

DZ 13

Una humana, acerca de un zombi (6)

Cada vez que pienso en el zombi lo veo permanentemente recluido dentro de la empalizada que levantó entre ambos. Cualquier intento por mi parte de acceder a él fracasó. Y mi impaciencia, junto a cierta ansiedad nacida de la distancia que él impuso entre nosotros, provocó lo opuesto a lo que ambos deseábamos. Cuanto más me esforcé por ver qué había detrás de aquella maraña para mí impenetrable, más se escondió. Y así seguimos.

Una humana, acerca de un zombi (5)

He intentado varias veces precisar cuándo empecé a ver a los zombis de otro modo. Sé cuándo fui por primera vez consciente de lo que me ocurría con él, porque ese momento llegó como algo parecido a caerme y sentir un fuerte dolor tras el golpe. Pero si echo la vista atrás, si examino el tiempo transcurrido desde la primera vez que hablamos en una cafetería y el instante en el que mi estómago empezó a retorcerse a causa de la ansiedad que provoca su ausencia —su presencia lejos de mí—, todo en ese tiempo resulta equívoco. También creo que de algún modo, antes de la revelación, tanto el zombi como yo nos comportábamos como si hubiera entre nosotros algo más de lo que estábamos dispuestos a reconocer.

Una humana, acerca de un zombi (4)

De mis apresuradas notas puede suponerse que él sencillamente es un zombi tímido y joven, tímido porque es joven, o joven y como tantos inseguro y tímido, pero creo que esta conclusión no aclara las cosas, y por tanto conduce al error. Reduce al zombi al cliché que él mismo se esfuerza en aparentar y que tantos creen, porque así todo resulta más sencillo, para él, para el resto de zombis con los que se ve a diario y para mí, con quien se ve obligado a convivir debido a las extrañas circunstancias.

Una humana, acerca de un zombi (3)

Al zombi le resulta imposible disimular todo el tiempo. A él, especialmente. A veces se pone muy rígido y endurece las facciones, apretando los dientes. Entonces es la imagen del nerviosismo. Mi vanidad por dentro sonríe, porque sabe que mi presencia ha provocado esa incomodidad. También le delatan los ojos, que aparta en alguna ocasión con rapidez. Y el tono de sus palabras. Aunque estas son muchas veces formales, distantes, hay algo en ellas que traiciona su significado. Al escucharlas de sus labios, noto que contienen un segundo mensaje, como si cada uno de los vocablos que salen de su boca formara parte de la misma fachada, y lo que el zombi verdaderamente dice se hallara en la musicalidad de las frases.

Una humana, acerca de un zombi (2)

Lo que más lamento, más que cualquier otra cosa, es que estoy segura de que nadie ha disfrutado de mí del modo que el zombi podría hacerlo. Ni yo creo haberme alegrado ni entristecido tanto antes, porque nunca he sentido algo parecido a lo que vivo ahora. Ninguno de los hombres que me tomó me hizo sentir las convulsiones que el zombi provoca sin ni siquiera tocarme. Ninguno puede siquiera aproximarse a hacerme sentir algo parecido a esta incertidumbre, a un hambre que me consume, a una inconsolable pena que no tiene fondo y a una alegría que tampoco conoce límites. No sé muy bien cómo llamar lo que el zombi excita en mí.

Una humana, acerca de un zombi (1)

Desde poco tiempo después de que le conociera, él transformó no sólo cualquier entorno en el que a partir de entonces me hallé, sino que también cambió la percepción que tuve de mí misma. De algún modo, el zombi me ha encerrado, y no me refiero a esta reclusión, a mi estancia entre estas cuatro paredes. Ha confinado dentro de mí algo que no puede salir de donde está. Resulta curioso que haya sido un zombi quien lo haya conseguido.