Otro de los inconvenientes

Otro de los inconvenientes de fijarse en un humano. Una mujer zombi y un hombre joven, alto, fuerte, radiante. A los veinte años, la misma mujer zombi y un hombre no tan joven, igual de alto, no tan fuerte, no tan radiante. A los cincuenta años, la misma mujer zombi y un hombre nada joven, no tan alto, nada fuerte, nada radiante. A los cien años, la misma mujer zombi y un hombre reducido a polvo, dentro de una vasija no muy alta, no muy fuerte, pero eso sí, radiante.

Ahora estoy muy tranquila

Ahora estoy muy tranquila. Eso dijo la mujer zombi. Fue otra manera de escapar, de evitar masticarlo. Estaba muy tranquila. Y vacía. Y esperaba.

Una carretera muy larga

Una carretera muy larga. Vera caminaba a mi lado. No sé dónde íbamos. En ese sueño parecía que viajábamos juntos. Pero nos separaba la raya continua y ninguno podía pasar al otro carril.

La Iglesia del Cielo Eterno

La Iglesia del Cielo Eterno protestó. No podía ser que unos muertos se quedaran bajo tierra y otros disfrutáramos de la luz del sol saltándonos la fecha de caducidad. Empezaron a liquidarnos, para llenar de almas el Infierno Eterno. Un día cayó un rayo en una de sus iglesias. Subieron al Cielo Eterno tantos feligreses como zombis habían asesinado. Pero no colocaron pararrayos en sus iglesias. Entendieron aquello como una señal. A partir de entonces, terminaron las hostilidades.

Había hablado de más

Había hablado de más. Quiso que la mujer zombi le perdonara. Entendía que los gestos hablan por sí mismos, más que los discursos, de modo que se cortó la lengua, la metió en una caja de bombones y se la regaló.

El suelo se hundió

El suelo se hundió bajo sus pies. De la abertura surgieron las manos de un zombi, que la arrastraron hacia abajo. Él vivía en las galerías de una mina abandonada y quería que reinaran juntos en aquel solitario palacio subterráneo. Suena terrorífico, pero al parecer fueron felices.

Engendró un vástago extraño

Engendró un vástago extraño. Su hermana se enamoró de un hombre. Cuando él lo supo, lo mató. Ella se dio cuenta de por qué lo había hecho. La deseaba. De una manera enfermiza. Y lo que resulta de un embarazo de padres zombis y genéticamente parejos siempre asusta y sorprende, a partes iguales.

Durante nueve meses

Durante nueve meses la mujer zombi se convertía en humana. Vivía entonces con una familia normal, cuidaba a sus hijos y hacía el amor con su esposo. Los otros tres meses, los de invierno, debía abandonarlos y comer vorazmente, para doce meses. Ese fue el pacto que firmó con su aparato digestivo.