Ahora estoy muy tranquila

Ahora estoy muy tranquila, y despreocupada, y llena de bueno-no-hablemos-de-eso, pensó la humana mientras cerraba la puerta para no ver cómo sus amigos y sus vecinos y sus familiares apaleaban a su amante zombi. Mientras, el marido buscaba sus tijeras de jardinería y se preparaba para encender un fuego.

Otro de los inconvenientes

Otro de los inconvenientes de hacer el amor con una humana mientras el mundo zombi se quema. Sus pechos gritan como soles encendidos mientras el mío se reduce a polvo. Mi pene inunda su boca roja y arde entre montañas, olvidándose de unos testículos que lloran y gimen acompasadamente desde el exterior. Todo es negro, menos la luz de su boca y de su ano, y sus labios mayores abiertos, hinchados y rojos, en flor, que saben a mujer zombi y a sal y a humo cuando los pruebo.

Conocí a alguien

Conocí a alguien que era humano y que vio a un zombi, y se acercó a él, y le quemó la piel y los párpados, y luego llamó a sus perros para que le mordieran, hasta que la savia del zombi manchó la tierra roja y triste, y ambos, el humano y el zombi, podían ser cualquiera que pasara por allí.

Los dioses negaron

Los dioses negaron aquella muerte. No iban a permitir que el zombi desapareciera. Este fue el destino anunciado, de aquí obtendría alimento para subsistir por toda la eternidad: el zombi debía abrir con sus manos el vientre de la mujer y devorar a su hijo. En lugar de complacer a los dioses, el zombi se colgó con un alambre de púas y su cabeza rodó como una estrella fugaz.

Perfecto

Perfecto. Todo es perfecto. Hay que olvidar todo lo que sea zombi. Las matanzas, las miras telescópicas de los fusiles, las salas de desangrado y los carriles rojos del matadero, las moléculas vivas devoradas por los bebés y los impedidos sin dientes, los adolescentes asesinados en el instituto, las bandas de zetas, las canciones salvajes. Todo es humanoperfecto.

Pájaros

Pájaros zombis que gimen desconsoladamente. Flores negras de pétalos negros que bailan sobre la hierba. Gritos de niños que dan patadas a un zombi a pocos metros de donde estoy. Todo está ahora dotado de genuina belleza humana.

Felicidad

Felicidad. Todo vibra alrededor de la buena nueva: nuestro líder y maestro ha caído. Todo fue zombiperfecto. Una bala abrazó el hueso frontal de ZZ. El proyectil confundió al hueso con una taza de porcelana. Luego quemó las circunvalaciones cerebrales. Por último, desvirgó el occipucio de nuestro líder y maestro, con rabia de adolescente.

Radiaciones

Radiaciones emitidas por la bomba arrojada desde el cielo. Sol zombi amarillo en el matadero de humanos. Matadero reducido a polvo, a escombros que nadie reconoce, a Alzheimer zombi. Como si nunca hubiera estado aquí. Como si el suelo en el que se aposentaba lo hubieran poseído desde siempre anillos de niebla.

Éxtasis

Éxtasis. El antebrazo derecho del humano con aspecto de gorila golpeó el cuello de la mujer zombi, y los corpúsculos cutáneos muertos vibraron y se emocionaron en imperfecta sintonía con un universo de odio, disarmónico. Todo lo que sucede ahora ensucia las paredes y los techos de hemoglobina zombi.

Recogida de firmas

Recogida de firmas: restregarse con un zombi es asqueroso. Todos están de acuerdo y todos firman como si fuera una broma. Como quien garabatea peticiones de indulto para los cerdos de los mataderos o solicita formalmente la presencia de los reyes magos zombis, los auténticos, el día que corresponde.

Cantaba muy bien

Cantaba muy bien, abierta y banalmente, amistosamente, azuladamente. Su garganta escupía canciones gamberras de Z Pop. A los que las habían prohibido no les gustó eso: subieron al escenario y le partieron el ombligo, y la nariz, y la vagina zombi. Con sus bates de béisbol. Porque era joven y tenía sonrisa azul. Luego le enseñaron una nueva canción y le obligaron a cantarla (cerrada y servilmente, obedientemente, constructivamente). La letra decía así: un pie, cinco deditos, dos pies, diez deditos, tres pies, no puede ser.

Nos distanciamos

Nos distanciamos cada vez más. Los vivos de los no vivos. Los vivos de los que mueren cada mañana cuando suena el despertador, los que desayunan leche gris. Los vivos, zombis y no zombis, de los que se acuestan con las semanas y toman felicidad cada ocho horas. Los vivos joden y ríen y se trajinan a la muerte mientras soplan. Las nuevas bandas los persiguen por eso, y les revientan los cráneos.

Para esta pareja

Para esta pareja zombi lo importante era matar a los viejos sin amor, infectados de puntos de vista (culturales, sociales, laborales), dominados por las imponentes alturas de las conversaciones y los techos. ¡Cuánto viejo deforme! ¡Cuántas horas dedicadas a la limpieza! Embadurnados en sangre, la de sus víctimas, subían luego a la luna y follaban a gritos hasta el amanecer.

Eran más de cien

Eran más de cien. Eran jóvenes. Para las autoridades no tenían valor alguno. Rompían cristaleras, derribaban farolas, acostaban a los vehículos aparcados en sueños de humo y gasolina. Eran inmaduros, ¿queda claro? Zombis jóvenes, jóvenes violentos. Y la humanidad y las formas y el equilibrio y los otros zombis, los que dormían delante y detrás de pantallas de plasma, les importaban una mierda. Los persiguieron. Los despedazaron. Sacaron sus restos de la ciudad en camiones de basura.