Eran más de cien

Eran más de cien. Eran jóvenes. Para las autoridades no tenían valor alguno. Rompían cristaleras, derribaban farolas, acostaban a los vehículos aparcados en sueños de humo y gasolina. Eran inmaduros, ¿queda claro? Zombis jóvenes, jóvenes violentos. Y la humanidad y las formas y el equilibrio y los otros zombis, los que dormían delante y detrás de pantallas de plasma, les importaban una mierda. Los persiguieron. Los despedazaron. Sacaron sus restos de la ciudad en camiones de basura.