De ocho a tres de cara al público

De ocho a tres de cara al público. Soy administrativo. Mi padre me recriminaba que yo era poco ambicioso. Predijo que yo acabaría así. Él era un zombi con grandes ideas y grandes principios. ¿Y de que le sirvieron? Murió durante el rodaje de La noche los muertos vivientes. Sí, terminó ganándose la vida como extra en películas de género.

La gran pregunta

La gran pregunta: ¿Dios es zombi?

De lo que se entera uno

De lo que se entera uno. Menuda guerra subterránea. Un poderoso grupo de presión con vinculaciones en el sector genético y las investigaciones con virus busca el modo de destruirnos. Pero eso de una mafia organizada de humanos que pretende combatirnos con armas químicas no es la revelación de Sebastián. Lo que yo ignoraba era que nosotros controlabábamos el sector armamentístico y promovíamos conflictos bélicos. Al parecer no sólo ganamos dinero con el negocio más rentable del planeta, sino que también os reducimos en número haciendo que os matéis entre vosotros.

Zombilobbycracia

Zombilobbycracia. Menuda palabra. Me la acaba de soltar Sebastián. Suena a supercalifragilisticexpialidocious, pero en zombi, y sin Mary Poppins.
Definición: influencia que ejerce el grupo de presión zombi en los grandes centros de decisión política del planeta. Gobierno de los zombis. Tiranía invisible de los zombis. Organización jerarquizada y rígida del lobby. Acceso al poder mediático y control del mismo.
Me callo. A Sebastián no le va a gustar que le diga que lo que de verdad me importa no es la alta política, sino llegar a fin de mes, ver el próximo capítulo de Los Sympson y mi chica, esa que no es mi chica.

Los gusanos comen leones

Los gusanos comen leones. Las moscas comen elefantes. Las raíces de las plantas comen de todo: leones, gusanos, elefantes. Todo es reutilizado en la naturaleza, todo acaba siendo comida para otro ser vivo. Te diré qué no sucede en esta cadena. Las moscas no se enamoran de los elefantes. Ni los leones, de los gusanos.
Yo agradecía las explicaciones de mi amigo, pero no podía apartar los ojos de la ventana. Vera, mi Vera, estaba al otro lado. Supongo que tiene razón: no debería dedicar miradas tiernas a un filete.

Doce mujeres

Doce mujeres. Vivían en los peores suburbios. Todas desaparecieron. Unos meses después se descubrió en mitad del desierto la fosa del horror. Encontraron los cadáveres de tres respetados hombres de negocios y de catorce de sus matones. Ninguna de las doce murió. O ninguna murió exactamente. Los buscaron, devoraron un uno por ciento de su anatomía y luego los dejaron, chillando y retorciéndose, en la misma fosa que habían excavado para ellas.

Era una oferta de trabajo fraudulenta

Era una oferta de trabajo fraudulenta. Alguien les prometía cuatro mil euros mensuales a cambio de formar parte de una cuadrilla. Debían salir al ruedo con sus trajes de luces puestos, naturalmente. Cuando se abrían los toriles, comprendían la verdad. Éramos nosotros los que los lidiábamos a ellos.

La isla de cemento

La isla de cemento. Es el título de una novela de Ballard. Trata de alguien que cae en una zona muerta de cierta autopista. Cree que no puede salir de allí. Se convence de que nadie puede verlo, ni echarle un cable. El Robinson Crusoe del cemento. A lo mejor sí que puede salir, pero no quiere regresar.
¿Qué tiene que ver eso conmigo?, me preguntó desesperado el nuevo amigo de Vera, el del poema, el de la frase bonita, esa de quiero comerte, mi amor.
Creo que en realidad no quieres escapar, o al menos yo no te he visto intentarlo cuando tenías brazos con los que podías arrastrarte, le dije.

Corre, corre, pez

Corre, corre, pez,
detrás está mamita
haciéndote cosquillas
con los bigotes
en los pies.

Sí. Horrible. Yo opino lo mismo. Es de Romeo. Me provoca dolor de cabeza. Pero a ella parece que le gusta. Sabe cómo engatusarla, cómo llegar a la parte de Vera que aún es niña. En fin. Está decidido. Le haré cosquillas. Seré un pez. Uno alargado, de dos metros, con dientes cortantes, de los que viven en aguas tropicales.

Testimonio

Testimonio de Gavin Blaire, desde Tennesse, narrado por Max Brooks: La población trata de huir. Eso provoca un atasco en la autopista. Un enjambre de muertos vivientes cae sobre esa multitud inmovilizada. Los coches no son precisamente un buen refugio. No queda ni el apuntador. Bueno, el apuntador, sí. El tal Gavin Blaire.

El verdadero testimonio de Gavin Blaire, zombi superviviente de la masacre de Tennesse: Un enjambre de humanos cae sobre la población de zombis escrupulosos que trataba de sobrevivir a base de ratas y conejos, sin comerse a nadie. No queda ni el apuntador. Bueno, el apuntador, sí. El tal Gavin Blaire.

Mi cuento preferido

Mi cuento preferido es el de Caperucita. Qué ojos tan grandes tienes, qué dientes, qué orejas, qué manos. La abuela está pidiendo a gritos que se la coman sin dejar ni una miga. Lo mismo que Caperucita Roja. Supongo que el autor del cuento no se atrevió a escribir lo que realmente sucedió. No me refiero a las ganas que ambas tenían de que se las comieran, sino al hecho de que aquel que las seguía en secreto, paciente, con dulzura y buena maña no era un lobo, sino un zombi.

No soy celoso

No soy celoso. No, no lo soy. Nunca lo he sido.
Vale. De acuerdo. Ahora sí. Un poco celoso sí que estoy. O quizá sea otra cosa. Envidio esa confianza que tiene con Vera. La cercanía. El puede llamarla cuando le apetece. Ella hace lo mismo con él.
Me asomo a la ventana. Vera le está acariciando la barbilla. ¿Quién puede soportarlo sin que le hierva la sangre? ¿Y si además leo desde aquí lo que dicen sus labios? Los de él. Está diciendo que se la comería. Enterita. Sin dejar siquiera los huesos.
De acuerdo, Romeo. Tomo nota. Nos veremos. Favor por favor.
Pero no son celos. No lo son, no.