Cómo pudiste hacer algo así

¿Cómo pudiste hacer algo así?, me pregunta Sebastián. Ha descubierto la verdad que yo escondía detrás de las palabras. A fin de cuentas, si escribí una mentira, ¿por qué no iba a escribir más de una? No me comí a Vera. La escondí cuando todo empezó a ponerse feo para los humanos.
Vera, ¿dónde están tus ojos? ¿Dónde el comienzo? ¿Dónde la desembocadura? ¿Quién los asiste, inválidos? ¿Quién los mira en su encierro?

En el sopor de una siesta

En el sopor de una siesta, le conté a Sebastián lo que hacía algún tiempo quería escribir, algo que tenía sentido, algo que me parecía importante porque transmitía algo, algo que no era otra chorrada y que no me había atrevido a redactar por miedo a que me llamaran Ese Que Se Las Da De Zombi Con Moraleja, a mí, irónico y sarcástico, de vuelta de todo, a mí, convencido como cualquier otro zombi de que todo es transitorio, desechable (el amor, los principios, la carne y los huesos, lo que sea, da lo lo mismo), de usar y tirar.
Pero aún no he empezado con eso. Z Pop es una serpiente hambrienta. Reclama su dosis diaria de palabras sencillas y masticables y lo absorbe todo.

Algunos se preguntan

Algunos se preguntan si los zombis vemos mejor de noche o de día, si para nosotros el mundo es en blanco y negro o sólo es gris, si vemos algo con nuestros ojos o nos guiamos por el olfato. Lo aclararé. Hacemos el amor con y sin luz. Con las persianas echadas, las habitaciones se transforman en verde oscuro y café. Y con las persianas levantadas, todo es una fiesta de siete colores: azul, rojo, blanco, amarillo, verde, naranja y negro.

¿Puedo llamarle amigozombi?

¿Puedo llamarle amigozombi? Pues escuche, mi querido zombi. Debe apresurarse a vivir cuanto antes, aunque en teoría esté muerto. No sacrifique el presente al futuro. El futuro sólo es humo. Enamórese, cásese, haga tonterías. La no vida no será más sensata por mucho que lo intente.

Sigo echándole imaginación

Sigo echándole imaginación, tanta que ahora formo parte del aparato publicitario de Z Pop. Debo escribir historias de amor zombi que acaben bien. Como la de mi idilio imaginario. Algo como esto:
Terminamos y volvemos a empezar, como si no hubiera otra cosa en la vida que sudar, frotarse y gemir. Mi perfecta mujer zombi y su dormitorio. Plata combinada con esmalte de colores en collares, colgantes, pendientes, anillos, esclavas y pulseras. Hay un baúl que cambia de forma: dibuja en la pared de la habitación la sombra de un dinosaurio, o de un barco, o de un coche, o de una estrella, o de un caballito con silla de montar.
Quién dijo que los zombis carecemos de gusto, sensibilidad e inventiva.

Cómo se te ocurrió

¿Cómo se te ocurrió?, me pregunta Sebastián. ¿De verdad creíste que podías engañarme? ¿Y qué pensabas conseguir con esa mentira?, añade.
Iba a escribir que los corpúsculos de la piel aún vibran y se emocionan y se calientan al ritmo que marcan Robbie Williams y Nicole Kidman, en perfecta sintonía con un universo refulgente y armónico, que oigo una y otra vez el estribillo que ellos cantan dentro de mi cabeza: Sanzin estiupid laik ai lof yu, ai lof yu, ai lof yu,... Pero Sebastián acaba de enterarse de que mi perfecto idilio con una maravillosa mujer zombi es una invención.

Cómo explicar lo que ocurre

¿Cómo explicar lo que ocurre entre la mujer zombi y yo de una manera que la mentalidad científica de Sebastián lo entienda?
Metáfora electromagnética: mis gemidos y los de la mujer zombi, como los fotones, además de llegar directamente del uno al otro, son reemitidos del uno al otro con diferentes ángulos de incidencia.
Metáfora simple: los gemidos de ambos llenan la habitación.
Metáfora mística-electromagnética: mi apartamento celebra la unión zombi con gritos y un amplio espectro de luz visible, ultravioleta e infrarroja.

Vera y yo

Vera y yo. No sé cuándo, pero dejamos de hablar. Aunque en apariencia no faltaron palabras.

Primero escribió de una manera oscura

Primero escribió de una manera oscura, retorcida, ininteligible; ni él mismo sabía lo que quería decir, y sin embargo tuvo su público, uno que despreciaba las cosas sencillas y adoraba los textos que necesitaban un manual de instrucciones. Luego maduró, abandonó los adornos innecesarios e intentó transmitir de la manera más adecuada sus ideas; y ese público minoritario, el de las rarezas, dijo de él que se había vendido, pero entonces lo adoptó otro, formado por los que eran más amigos de la claridad y del placer. Por último, pasó a formar parte de la cuadrilla literaria de Z Pop: minimalismo expresivo y mental, frases cortas y rotundas; navegó a favor de la corriente antihumana y prozombi, y entonces lo consiguió, se convirtió en un autor de verdadero éxito.