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No te escapes

No te escapes, dijo la siguiente chica. El zombi guapetón la miró de reojo y preguntó: ¿qué quieres saber de mí? La joven quería conocerle, simplemente eso, y la pregunta que se le ocurrió para averiguar quién era por dentro aquel malnacido de tan buena planta fue: ¿cuál es tu color favorito? Ella pronunció cada sílaba muy despacio y con gran formalidad, como si lo que estuviera en juego fuera otra cosa, quizá el secreto de la vida eterna. El zombi sintió el impulso de responder: rojo, rojo como la sangre. Pero se contuvo. También quiso decir negro, pero lo que dijo fue: blanco, porque el blanco es puro, el blanco es la suma de todos los colores. Ella sonrió y enseñó una inmaculada hilera de dientes blancos. Más tarde, todo cambió de color.

Sigues enfadada

¿Sigues enfadada?, le preguntó el zombi de sonrisa perfecta. Ella respondió que sí, mucho, muchísimo, él ni se imaginaba cuánto. No era para menos. El día anterior había invitado a su mejor amiga al cine. A ella no, a su mejor amiga, que ya no parecía tan buena amiga. La muy zorra. ¿Me perdonas si te pido disculpas?, dijo él. Ella respondió que sí, siempre que el arrepentimiento fuera sincero y él también la invitara a ver la peli romántica de vampiros basada en una novela de Meyer. Lo que tú digas, mi amor, dijo él. A ella empezó a latirle el corazón muy deprisa. Aunque luego, en la misma dependencia del matadero en la que estuvo su amiga del alma, latió aún más rápido. Mucho más. Bastante más.

La adolescente

La adolescente adquirió plena conciencia de que su zombi favorito, el guapo de sonrisa y modales perfectos, estaba sentado a un palmo de ella. Estuvo a punto de tocarle, incapaz de frenar sus impulsos, de acariciar sus mejillas recién afeitadas y rociadas con Seduction Pour Homme Tentation. Qué loca estás, se dijo. Desvió los ojos al suelo, ya que empezaba a hiperventilar. Se encendieron las luces. Ella se dio cuenta entonces de que su zombi favorito no la había llevado al cine, sino a un matadero.

Resguardarse en un castillo

Resguardarse en un castillo es una de las recomendaciones habituales en caso de apocalipsis zombi. Pero no se crea que las construcciones que hoy quedan en pie son como las de antaño. La mayoría de los fortines son decorativos, buenos para enseñarlos a los turistas, pero completamente inútiles como lugar de defensa. Tienen más espacios por los que entrar y salir que una red de peces de diez pulgadas. Carecen de foso. Y de armas, o las que poseen son pocas e inservibles. No están acondicionados para vivir, ni para almacenar alimentos. Entréguese. Llame directamente a la puerta del mataderozombi. Le ahorraremos malos ratos. Aunque consiguiera resistir algún tiempo, las dos partes sabemos como terminará el asunto.

Respecto a las armas

Respecto a las armas, les aconsejarán que cojas un bate de béisbol, o un palo de golf, o una motosierra, o una katana, o una pistola. A ver, ¿juegan al golf? Si la respuesta es afirmativa, les felicito, pero sigamos con la mayoría, que habrá respondido negativamente. ¿Cuántos de ustedes tienen un bate de béisbol ya comprado? Lo imaginaba. Entonces, de la katana y de la motosierra ni hablamos. Queda la pistola. ¿Tienen licencia de armas? ¿Guardan una pistola en casa? ¿Saben disparar? Les advierto que solo vale pegarnos un tiro en la cabeza, el resto del cuerpo no da puntos. Me dirijo a la mayoría, que habrá respondido a todo que no. ¿Tienen zapatillas de deporte? Esa es su arma. Pónganselas y echen a correr.

Tácticas

Tácticas de supervivencia para un holocausto zombi de ámbito local, como el que nos ocupa. Si quiere saber lo que ocurre, mire por la ventana. Nunca vea la televisión, y si comete el error de mirarla, al menos quítele el volumen, y si ha oído lo que dicen, no haga caso. Nunca. Menos aún cuando empiecen a hablar las autoridades. Si piden que todo el mundo evacúe la zona lo antes posible por amenaza zombi, debe quedarse en casa, si es que quiere sobrevivir. Si recomiendan que nadie salga a la calle y que no cunda el pánico, suba al coche y salga lo antes posible de la ciudad, y asústese, porque habrá motivos.

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Tierra

Tierra, repitió. En ese lugar de la fachada, el bajante de un canalón recorría verticalmente el edificio principal del matadero. Aún no lo habían desnudado, tenía puestas sus zapatillas de deporte. Era veloz y le gustaba correr. La tierra le daba fuerzas. Apoyó los pies en la cornisa y sujetó el cilindro del bajante con una mano. Cogió impulso y se agarró con la otra al tubo de metal. Empezó entonces a descender, lentamente. Si piso la tierra, tendré una oportunidad, pensó. Se escurrió a cinco metros del suelo. El tobillo derecho se dobló como si fuera de papel. Gritó de dolor. Trató de ponerse en pie, pero no pudo. Tocó entonces la tierra con las manos y metió los dedos en ella. Cerró los ojos. Tierra, repitió mientras se acercaban.

Júpiter

Júpiter es otro sobrenombre que ha adoptado nuestro líder y maestro, ZZ, el mejor, el más sabio de los zombis. Al contrario que los pueblos antiguos, que seleccionaban a los más fuertes y sacrificaban a los recién nacidos con taras físicas, nuestro Júpiter considera que en la pirámide zombi, el lugar más alto corresponde al zeta que no habla y no piensa, al que extiende los brazos, babea y chilla como un idiota, al que es tenaz y simple, al que alimentamos en los mataderos, al que difícilmente sobreviviría mucho tiempo sin nosotros.

Marte

Marte es rojo, y es guerra, y en su interior los huesos son de hierro, y es un guerrero zombi que no necesita armadura y exige sacrificios, y muerde sin lanza, y pelea sin casco ni escudo. Os sigue de noche sin alumbrarse con antorchas. Su imagen, la de un círculo rojo, está grabada en los antebrazos de los miembros de las bandas zetas. Ellos corren detrás de los humanos, y cuando los capturan, llenan en su honor las despensas de los mataderos.

Neptuno

Neptuno convocó a las Nereidas. Estas ninfas del mar se montaron en delfines y fueron donde la tormenta, para socorrer a los pescadores, pero no encontraron humanos en la embarcación, sino zombis que las mordieron y transformaron, y cuando dejaron de ser hermosas y de cantar con amabilidad, su padre las expulsó de los océanos, y así fue como las Nereidas se convirtieron en mujeres zombis. Una de ellas encontró acogida en el matadero. Es la de los chillidos penetrantes. La que quema los oídos. La que encoge el estómago de los que se atreven a mirarla.

Urano

Urano estaba permanentemente unido a una mujer a la que amaba, no separaba su miembro de ella, hasta que llegó el zombi y le arrancó de un mordisco los testículos y la base del pene, y la sangre mojó entonces las sábanas, y caló el colchón, y luego llegó al suelo y penetró más allá de las raíces de las plantas, y de esa unión de la semilla cálida y roja con la tierra nacieron los mataderos, y es en ellos donde el zombi celebra los ritos de la sangre.

Saturno

Saturno devorando a un hijo. No es un lienzo alegórico de Goya. En el matadero no hay espacio para la mitología. El que fue hombre y defendió su casa y gruñó, lastimó y peleó hasta el agotamiento terminó siendo mordido por un zombi y se transformó en uno de ellos, y cuando a los dos días le invitaron a sentarse en el comedor del matadero y le sirvieron a uno de los hijos a los que había tratado de proteger, no lo reconoció, y le mordió en primer lugar los dedos, y mientras el niño gritaba no papá, no, no, el que fue hombre los arrancaba, uno tras otro, sin oírle, porque en su cabeza latía el acompañamiento de las flautas y el de los tambores.