Tierra

Tierra, repitió. En ese lugar de la fachada, el bajante de un canalón recorría verticalmente el edificio principal del matadero. Aún no lo habían desnudado, tenía puestas sus zapatillas de deporte. Era veloz y le gustaba correr. La tierra le daba fuerzas. Apoyó los pies en la cornisa y sujetó el cilindro del bajante con una mano. Cogió impulso y se agarró con la otra al tubo de metal. Empezó entonces a descender, lentamente. Si piso la tierra, tendré una oportunidad, pensó. Se escurrió a cinco metros del suelo. El tobillo derecho se dobló como si fuera de papel. Gritó de dolor. Trató de ponerse en pie, pero no pudo. Tocó entonces la tierra con las manos y metió los dedos en ella. Cerró los ojos. Tierra, repitió mientras se acercaban.