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F I N

D E L

D I A R I O

Eran gente normal y tranquila

Eran gente normal y tranquila. Se acababan de mudar. Parte del tubo digestivo del hombre estaba suspendido en el aire. Llegaba hasta la boca de Vera. El de la mujer lo cruzaba por debajo y moría en mis labios zombis.

Cierro los ojos y vuelvo a sentir vértigo, aquí, entre las estrellas, completamente desnudo y sin aire que respirar, rodeado de frío y materia oscura, a diez mil billones de años luz de cualquier partícula zombi conocida, quemado por la soledad y la casi eterna distancia a la que me encuentro de todo, flotando como una pluma negra y roja, invisible.

Suerte

Suerte que apenas queda alguien. Sebastián da de comer a las palomas mientras piensa en voz alta. Yo le escucho en silencio. Las cosas denotadas por los sentidos humanos son lo que parecen ser y lo zombi es un error de la percepción humana. Los que desaparecen tampoco se extrañan. Los que absorbemos (literalmente, sus moléculas pasan a formar parte de las nuestras) ya estaban hipotecados y eran exactos y fieles y hablaban coloquialmente y rechazaban lo sentimental y analizaban y denunciaban los oficios y los malos horarios y eran objetivos y ahogaban lo exótico y hablaban todo el tiempo de la verdad tal y como es. De modo que solo tenemos que dejar las habitaciones con un aspecto lo bastante sospechoso, así nadie se molesta en limpiarlas.

Otra vez tú aquí

Otra vez tú aquí, anunció el viejo con voz cansina y resignada. ¿Te habías olvidado de mí?, le pregunté. Conservaba una de las cuatro extremidades. La mano izquierda, en concreto. Me la ofreció sin pronunciar palabra. Negué con la cabeza. Lo siento, dije, hoy con eso no basta, hoy es diferente.

Entré en su casa

Entré en su casa. Me había invitado a cenar. Aún no hemos decidido si viviremos juntos o seguiremos como estamos, de vecinos. Ella vestía de negro. Una ropa muy elegante. Había puesto la mesa con mucho gusto. Velas de color marfil, un centro de mesa de diseño bajo con flores sin perfume, vajilla de porcelana para dos, cubiertos perfectamente ordenados y alineados. Trajo una fuente. Antes de que la destapara, me fijé en el único y pequeño círculo rojo que descomponía la cuidada escena.

Variante de un cuento chino

Variante de un cuento chino: soñé que era un zombi, y al despertar no supe si era un hombre, y este diario, en consecuencia, era una alucinación, o un zombi que aún soñaba que era un hombre que estaba loco.

Una guía zombi de supervivencia

Una guía zombi de supervivencia. Tarde o temprano alguien la tenía que escribir. Consejos para detectar y evitar a los humanos que padecen infecciones víricas, el casco más apropiado con el que protegernos la cabeza, qué calzado debemos llevar para perseguirlos, cómo pasar desapercibido entre ellos, etecé. Las librerías la han colocado en la sección de humor.

Echo en falta

Echo en falta a una humana a mi lado. También me gustaría tener hijos que no fueran zombis, por qué no. Pero ninguna combinación de veintidós autosomas zombis haploides con otros veintidós similares da como resultado un mapa genético con veintidós cromosomas humanos. El par veintitrés me resulta indiferente, no tendría manías en cuanto al sexo de la criatura.

He reescrito Crepúsculo

He reescrito Crepúsculo, de Stephany Meyer. Edward ya no es un chupasangre tan correcto. Bella, su novia, le deja. Prefiere a un hombre lobo. Edward, rencoroso como nadie, monta una guerra entre vampiros y hombres lobo. No sobrevive ni el apuntador. Bueno, el apuntador sí, Stephany Meyer. Ella escribe una versión edulcorada de la historia que se convierte en un éxito de ventas.

En una ocasión

En una ocasión me sentí atraído por una humana a la que quería devorar y hacerle al amor al mismo tiempo. Eran cosas incompatibles, claro. Contuve el hambre y dormimos juntos. Ahora ella es zombi. Acaricio su nueva epidermis negra y sus ojos marrón oscuro y verde oscuro y su pelo azabache y sus pezones sin luna y su sexo negro y rojo y zombi y sus uñas muertas y frágiles y sus dientes como farolas al atardecer. Y está bien, todo está bien, sabe y huele bien, pero es otra.

Hablemos de mi vecina

Hablemos de mi vecina. Se llama Vera. No huyó de mí. La capturaron, la mordieron, la transformaron en zombi. Desde mi ventana, puedo ver su nuevo perfil, en apariencia, el mismo. Mi amigo Sebastián me dice: No somos monstruos, no la íbamos a hacer desaparecer si ella es tan importante para ti; la solución a tu problema era tan sencilla que no sé por qué le dabas vueltas al asunto, ahora sois iguales. Sebastián se equivoca: son monstruos.

Tengo un amigo

Tengo un amigo, sí. Alguien que también es zombi. Me lleva a mi casa, en su coche. La ha redecorado a su gusto. Me entrega las nuevas llaves. Suelto en una mesa lo que traigo conmigo, lo único que me pertenece: mi documentación, un diario y un bolígrafo de color negro zombi.

Detenido un zombilófilo

Detenido un zombilófilo. Por colgar en la red fotografías de zombis desnudos y en poses provocativas.

No soy paranoico

No soy paranoico. No, no lo soy. Pero sospecho que Sebastián prepara algo para mí. Nadie entiende realmente lo que me pasa. No acabo de mejorar. Mis movimientos aún son lentos e inseguros. Me he caído en más de una ocasión. Me encuentro débil y torpe. Sigo varios tratamientos. Tómese este jarabe, haga estos ejercicios, póngase boca abajo y relájese. Alguien me ayuda a sentarme y me dice que tenga cuidado. Ya no soy un zombi niño que corre detrás de una humana, sino un adulto convaleciente.

Sus obras preferidas

Sus obras preferidas. Las esculturas de Michelangelo. Los madrigales de Monteverdi. La luz de Vermeer. Las Pasiones de Bach. Sebastián admite ciertos ardores, pero no la expresión violenta, la barbarie capaz de descomponer un perfecto equilibrio. La oscuridad no es arte, opina Sebastián. Odia a Shostakovich, por ejemplo, y creo que por esta razón: se ve reflejado en lo que escucha, como en un espejo. Los moldes de Sebastián deben guardar cierta apariencia, incluso aunque luego digan otra cosa. Los nuevos zombis queman cuadros y libros y partituras y discos y viñetas y hasta quiebran piernas, las de algunos bailarines.

Testimonio

Testimonio. Las memorias de Dmitri Shostakovich, relatadas por Daniel Hessmann. Durante el régimen de Stalin, millones de humanos perecieron a manos de los zombis. La cantidad es incalculable. La guerra de las cifras llegó después. Shostakovich puso música a unos versos escritos por un humano en los que se habla de épocas oscuras como aquella. Esta es una traducción aproximada, en prosa, de una parte de ese poema: Me dirijo a ti, zombi, tumoración podrida, pesadilla horrenda, pestilencia indescriptible, carnívoro loco, escucha: estás tan lleno de heridas negras y de costras que ni el culo de los caballos ni el hocico de los cerdos serán medicina para curarte.

Corre

Corre, grita alguien a mi lado, tan fuerte que me despierta. Corre. Pero ¿en qué dirección? Busco a mi bienintencionado ángel zombi de la guarda. No lo veo. Estoy solo, en una habitación blanca. ¿Qué hago aquí? Llevo puesto un pijama blanco y me han pintado de blanco las uñas para que no las muerda.

La isla zombi

La isla zombi. Es el título de una novela de Huxley. Trata de un zombi que llega por accidente a una isla y allí encuentra una civilizacion paradisíaca. Convivencia multicultural, tolerancia, arte para todos disfrutado por todos, sacrificio digno e indoloro de los humanos (a los que los zombis devoran silenciosamente, sin que ellos perciban que son carne de matadero), filosofía de vida naturalista, sencillez, sexo comunitario y desprejuiciado en todas sus variantes. Hasta una pista de atletismo en la que descargar la energía negativa. Ignoro la razón, pero aburre a todos los que la leen, sean zombis o humanos.

Era una oferta de trabajo tentadora

Era una oferta de trabajo tentadora. Y más en estos tiempos de crisis. De ocho a tres, como antes, pero con mejor sueldo. Elaborar textos para la publicidad encubierta del nuevo régimen zombi. Trabajé para el aparato publicitario de Z Pop y según todos los informes fui un colaborador eficiente y dócil. Siempre ocurre así. La imagen que uno cree que tiene y la que los demás perciben son tan diferentes que nunca podrían irse juntas de parranda ni ponerse de acuerdo a la hora de elegir una peli de zombis. Empezarás en un par de semanas, cuando te recuperes, dijeron. Acepté.