Otra vez tú aquí

Otra vez tú aquí, anunció el viejo con voz cansina y resignada. ¿Te habías olvidado de mí?, le pregunté. Conservaba una de las cuatro extremidades. La mano izquierda, en concreto. Me la ofreció sin pronunciar palabra. Negué con la cabeza. Lo siento, dije, hoy con eso no basta, hoy es diferente.