Lo apagado del tiempo

Lo apagado del tiempo, el lento pasar de unas horas vacías, rivaliza con la grisura que observa a través de la ventana de su habitación, con la que se mantiene en contacto con lo visible: un cielo permanentemente mustio, los hilos de tendido eléctrico en los que por la tarde se aprietan los estorninos, la azotea de un bloque de pisos de ladrillo visto, sombreada por el humo de los coches que hasta hace poco atravesaban las calles. El tiempo zombi se ha coagulado. Y sus piernas también.