Tendones

Tendones zombis. Gracias a ellos somos elásticos, muy elásticos, bastante más de lo que los humanos suponen. Flexiono las rodillas y me arrojo al mar, impulsado con fuerza por mis tendones. No necesito coger aire. Tampoco luz. Enseguida llego al fondo. Aquí, en el abismo, donde estoy ahora, unos peces deformes acostumbrados al frío, a la presión y a la oscuridad me acarician dulcemente, como si yo fuera uno de los suyos.