Que no se te olvide

Que no se te olvide lo que eres, me dice una voz. Cierto. Hablo de las bandas, de los nuevos zetas, como si fueran extreterrestres que han aparecido en una cristalería con manoplas y esquís puestos.
El humano no puede hablar porque le he arrancado la mandíbula, pero sus ojos, ah, su ojos, expresan tantas cosas. Y yo tengo tan pocos escrúpulos. El sentimiento de culpa tampoco aparece por ninguna parte. Meneo la cabeza. Para qué me hago el exquisito. Me mira por última vez. Luego alargo las manos hacia sus cuencas orbitarias.