El guardián (c)

El guardián me enseñó la celda en la que esperaban turno los otros humanos. Reconocí enseguida al niño. Me detuve al pasar delante de él. Un chico cabezota. No quiso venir conmigo. Y había acabado allí, en el matadero. ¿Cuánto?, pregunté al guardián. ¿Cuánto qué?, replicó extrañado. ¿Cuánto queréis por el niño? El guardián se echó a reír. ¿Te parece esto un supermercado?, dijo. Me gustaría quedármelo, insistí. No puede ser. ¿Por qué no? Porque no. El guardián me cogió del hombro y me empujó hacia fuera. Ya no era amable. Lo último que dijo tampoco fue muy conciliador: Vosotros, los finolis de mierda, creéis que podéis venir aquí y tratarnos como si los idiotas que solo saben correr detrás de la comida fuéramos nosotros, pero estáis muy equivocados.