Una paloma

Una paloma yace en el suelo, a medio metro de la ventana. Me fijo en una mancha rojiza y pequeña que hay en el vidrio. Luego vuelvo los ojos hacia el pájaro muerto. Veo entonces el hilo rojo que colorea el pico del ave, y el cuello, que tiene un ángulo antinatural. Como si las palomas también hubieran enloquecido. Como si fueran incorpóreas y pudieran atravesar las paredes y los cristales de los mataderos sin lastimarse.