Anatomía Dos

Anatomía Dos: el padre de la chica proporcionó argumentos irrebatibles. Ese tipo en el que su hija había puesto los ojos era un zombi porque era raro. O al revés, era raro, luego era un zombi. La chica no pudo recordar luego cuál fue exactamente el razonamiento de su padre, pero estaba segura de que su progenitor había señalado lo siguiente: el nuevo leía libros raros, escuchaba música rara y hablaba de una forma extraña, de temas que chirriaban un poco. Su padre terminó recordándole lo sencilla y agradable que la vida podía ser. Solo había que dejarse llevar: leer y escuchar lo que todos, quedar con los de siempre, hablar de lo mismo. Así, a su cuerpo lo rodearía cierta aureola, un brillo que solo vería la buena gente. Y nadie la llamaría zombi.