Le arañaba los brazos

Le arañaba los brazos, pero la mujer se centró en sujetarle la cabeza. Quería evitar que el zeta le mordiera. Ella empujó con las dos manos hacia arriba al tiempo que el zombi empujaba en dirección contraria. Le golpeó entonces con una rodilla en la ingle, pero el zeta no pareció sentir dolor. Ojos vidriosos, apáticos, vacíos, desnudos, y también perseverantes, insaciables. Dejé de mirarlos. Ella giró el cuerpo y cambió de postura, situándose encima de él. Cuando pudo ponerse en pie, le pateó el abdomen y el tórax, pero el zombi logró morderle una de las pantorrillas.
Imágenes que llegan sin avisar. Una procesión de cruces que viaja en decenas de barcas y colmará el agua de ruido, rostros ensombrecidos y difuminados entre aguas negras. Ahí termina la historia.