Simples

Simples. Los de toda la vida, la sangre pura. Lo que todos deberíamos ser, dicen los nuevos teóricos de la zombilogía. Cerca de un ascensor, uno de ellos arrastra la pierna izquierda. Está muy sucio, manchado de hierba y barro, y vestido con harapos. El humano corre en dirección opuesta. Es joven y está en forma, pero ese no es el problema. Los simples nunca están solos. Una tropa pestilente, semidesnuda y hambrienta que aparece y desaparece sin un compás previsible. El humano no puede escapar. Lo sujetan varias manos, lo desgarran, lo devoran.