Él sació su hambre

Él sació su hambre. El zombi entonces soltó lo que quedaba de aquel cuerpo. Miró hacia la puerta de salida. Alguien había pulsado la alarma. Los soldados habían llegado ya. Las luces de las mirillas telescópicas se movían como moscas nerviosas, buscándole. Habían aparecido algunos como él. Se había acabado su tiempo, pero se negaban a aceptarlo. Preferían desaparecer con ruido, convocando a la milicia antizombi. Se ató un pañuelo rojo sobre la frente. Empezó a cantar una canción de Z Pop. Abrió luego los brazos, formando con ellos una cruz. Por último, salió al exterior, para recibir sus disparos.