Invitas a una chica

Invitas a una chica. Te rechaza. La vuelves a invitar. Vuelve a rechazarte. La invitas por tercera vez. Te pide que la dejes en paz. Insistes, a la cuarta irá la vencida. Te pide que de una puñetera vez la dejes en paz. Quinto, sexto intento. Te denuncia por acoso. Séptimo, octavo, noveno. Unos amigos suyos intentan que entres en razón, te llevas un par de empujones y una bofetada. Nada puede contigo: décima propuesta. Una llamada anónima te acusa de haberte convertido en un zombi. No hay más invitaciones. Te detienen. Ahora estás atado a una rueda de molino. La chica, que sí es zombi, está delante de ti. Se hartó de disimular, de hacerse la modosa.