Moscas y bates

Moscas y bates de béisbol. Nadie vive en la calle sin pagar el alquiler: una higiénica patrulla compuesta por zombis y humanos, cinco más uno que visten de negro y cantan las mismas canciones, me encuentra tumbado en un banco de piedra de un parque público. Los nuevos chicos sacan sus instrumentos musicales y los afinan en mis costillas y en mis dedos. Luego convocan a las moscas, que acarician mi palpitante sangre negra y las futuras costras secas de mis mejillas. Son generosos: me dejan vivir, al menos otra noche.