Mi silencio

Mi silencio convocaba otro silencio, el suyo. Un acercamiento por mi parte iba seguido de otro por parte de ella. Como bolas metálicas alineadas y sujetas por una cuerda: nos empujábamos, después de haber sufrido el mismo vaivén. No me engaño. Tenía cosas de niña. Pero nada puedo recriminarle. Sí, estábamos confundidos. Y casi siempre, hipersensibles. Además, Vera no había tratado antes con zombis. Era de las que cerraba los ojos, como si así pudiéramos desaparecer.