Podríamos (e)

Podríamos coger un coche, insistió el niño. No respondí. Yo creo que es mejor que andar, dijo él. Me detuve y di media vuelta. El niño también se paró. ¿Sabes caminar en silencio?, le pregunté. Reanudamos la marcha. Veinte minutos después habíamos llegado a las afueras de la parte este de la ciudad. Ahí se acababa todo. Tú decides, dije. Crees que podrás arreglártelas solo, pero yo creo que te equivocas. Es tu última oportunidad. Puedes volver conmigo o marcharte.
No sé para qué solté el discurso. El niño lo tenía decidido desde que dimos el primer paso. Eres uno de ellos. Eso fue lo último que dijo.