Dedos

Dedos. Fue un accidente. Nada premeditado. Le pasé un objeto, no importa cuál ni para qué, y sus dedos se rozaron con los míos. Cada uno fue un brazo que quiso aferrarse a los otros. Dedos fríos y dedos vivos. Dedos zombis, inertes, y dedos que algún día encogerían. Anclas que no querían partir del fondo, donde la arena; garfios que ataban diferentes embarcaciones; velas plegadas, aseguradas sobre sus cabos en la cara alta de una verga, en el grátil de una nave roja. Que cada cual escoja la metáfora marina que más le guste. Da lo mismo, ninguna sirve. Yo solo sé que aún me duelen las yemas.