El suelo se hundió

El suelo se hundió y dejó al descubierto una cámara subterránea. Caricaturas de hombres. Huesos y piel. Los últimos hocicos con vida que quedaban por reventar. Los últimos guardias zombis debieron olvidarlos. Desnutridos, sucios, apartados del sol zombi y del agua y del aire polvoriento y de las nubes rojas, hasta de las botas de los vigilantes. No hay victoria en el matadero. Ni siquiera ahora, que está reducido a escombros. Nadie puede contarlo. Lo saben los bates de béisbol que empuñan los nuevos guardianes de las calles: hombres que aplastan hombres que nunca debieron existir, porque el matadero no conoce supervivientes.