Hoy me siento feliz

Hoy me siento feliz. He podido hablar con Vera durante un buen rato. Lucía un nuevo aspecto, pero algo no había cambiado: era la misma mujer, extraordinaria y muy hermosa. Luego el coágulo de sangre alojado en el lóbulo frontal y parietal de mi cerebro debió disolverse, ya que Vera se esfumó, la cafetería en la que ambos charlábamos amigablemente también desapareció y yo me encontré solo, en las escalinatas de una boca de metro.