Sucedió tan deprisa

Sucedió tan deprisa. Sebastián me dio a entender que nos habíamos encontrado por casualidad. Intercambiamos frases de compromiso, y cuando nos íbamos a despedir, se acercó y me dijo algo en susurros. Sabía lo que yo estaba haciendo, y no se refería a Vera, sino al diario. Una exageración, un delirio, un mundo paranoico, una ficción inconsistente, retazos de historias vacías. Luego empleó una metáfora poco original: fogonazos en una noche oscura. Y estas llamaradas en la que yo describo un mundo zombi resultan, según él, inconsistentes. Durante un segundo, solo uno, le concedí el beneficio de la duda: estos serían los apuntes de un loco. Pero ese segundo pasó y yo recuperé la cordura.